En ocasiones anteriores supimos por el propio Albert Camus lo mucho que significó el futbol para él. Pero ese ensayo no es la unica referencia que aparece en su obra al deporte más popular del mundo occidental.
Al leer El extranjero, salta a relucir un pequeño pasaje que parece hacer un guiño a sus amigos y vecinos de la infancia, cuando Meursault, después de haber vuelto de los funerales de su madre, se toma con calma el domingo en Argel y mira desde su ventana lo que parece ser la plaza principal de esa colonia:
A las cinco los tranvías llegaron ruidosamente. Traían del estadio circunvecino racimos de espectadores colgados de los estribos y de los pasamanos. Los tranvías siguientes trajeron a los jugadores, que reconocí por las pequeñas valijas. Gritaban y cantaban a voz en cuello que su club no perecería jamás. Varios me hicieron señas. Uno hasta llegó a gritarme: «¡Les ganamos!» Dije: «Sí», sacudiendo la cabeza. A partir de ese instante los automóviles comenzaron a afluir.
Seguramente todos los que compartieron el pasado infantil y juvenil con Camus pudieron reconocer con gran nostalgia esa estampa. Quizás el propio Camus estaba en ese tranvía, cargando su maletín y haciéndole señas al hombre de la ventana y gritando «¡Les ganamos!».