Está por iniciar la Copa América 2024 y, en el espíritu de las festividades futboleras, el poeta uruguayo Gabriel González Núñez nos comparte este poema biográfico sobre el gran José Nasazzi, campeón con la selección que levantó el trofeo del primer campeonato mundial de fútbol en 1930.
Por esas cosas del fútbol
Por esas cosas del fútbol,
la vida… es un partido.
Al costado de un field de mirasoles,
ve un niño girar sus sueños, redondos.
En el campito de los salesianos,
crece su estatura, aumenta su fuerza.
Estrena la camiseta del Lito,
porta la casaca del Roland Moor,
suda los colores de Bella Vista
—esos del corazón, su corazón
que es mitad blanco, mitad amarillo—
y luce el escudo de Nacional.
Un día resonó un clarín celeste,
y él acudió a las notas del llamado.
Los enormes botines del Patón
dejaron sus huellas en toda América.
Fue para sus rivales, el Terrible,
y para sus compañeros, José.
Fue el Mariscal que alzó cuatro trofeos
en campos de esmeraldas y de arcilla.
La cresta de una ola los llevó,
a él, a los suyos, destino a Europa.
Con cinco enormes aros de testigos,
dos veces puso el pecho a la pelota,
dos veces dirigió la vuelta olímpica.
Se edificó un castillo de cien años
para recibir a quien bien quisiera
enfrentar a don José con sus diez,
tratar de campeonar sobre el mundo.
Pero ¿quién como el Patón, el Terrible,
para llegado el momento de despejar?
Pero ¿quién como el Patón, el Terrible,
para levantar la dorada copa?
Y el mundo sucumbió ante el Mariscal,
su pase corto, su fuerza leal.
Un amigo le preguntó: ¿qué sigue?
¿Existe vida después del fútbol?
José se encogió de hombros, suspiró.
Le tocó jugar ese otro partido,
el que jugamos parados afuera.
Dejó que otros corrieran allá dentro,
se fue a conversar en radio y bares,
terminó de gerente en un casino.
Hasta que un buen día colgó los botines.
Le quedó en la mano un bastón lustroso
y la garganta llena de afonías.
La vida… es un partido,
por esas cosas del fútbol.