‘Quemen sus uniformes’: estrella femenil de futbol en Afganistán

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  • Publicación de la entrada:23 de septiembre de 2021

La reinstauración del régimen talibán en Afganistán pone a toda la población bajo peligro, pero amenaza de modo especial a las mujeres futbolistas que, además de pertenecer a un sexo que vive bajo mucha represión ideológica y social, practican un deporte particularmente odiado por el régimen.

Lola Ruiz Felda

El panorama es desolador. Con el regreso del régimen talibán a raíz del retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán, es inminente el retorno de las políticas represivas, los abusos y la violencia que se habían terminado en 2001. Todo el pueblo afgano lo resiente, pero son las mujeres quienes quedan más expuestas a la represión y la violencia sistemática. El mundo contempla horrorizado este paso retrógrado en la historia de la civilización.

Pero hay un segmento demográfico, más específico aún, que acusa un dolor todavía más profundo: las mujeres del futbol. El escenario es tan amenazante que la ex capitana de la selección nacional femenina de Afganistán, Khalida Popal (1987), que siempre había usado su voz para alentar a las mujeres jóvenes a «ser audaces y ser visibles», ahora tiene un mensaje diferente para las jugadoras.

«Borren sus nombres, quemen sus uniformes»

En una entrevista por videoconferencia desde su hogar, Popal explicó el momento difícil que vive como mujer, como activista y como futbolista a sus compañeras:

«Hemos usado el fútbol como un medio de activismo para defender nuestro derecho a estar de pie; para decir a los talibanes que somos las mujeres fuertes de Afganistán; no importa cuántas de nuestras hermanas han asesinado, nunca harán callar las voces de las mujeres, y estamos de pie con nuestras hermanas. Lo anunciamos y todas estas hermosas e increíbles jovencitas pusieron sus caras y se mantuvieron firmes, hablando claro contra los talibanes. Y hoy, cuando miran, ahí están sus enemigos, justo a sus puertas.

Tienen tanto miedo. Están preocupadas y asustadas, no solo las jugadoras sino también las activistas. Así que, con todo lo que he estado haciendo todos estos años de mi vida, como ser una de las pioneras o fundadoras de la selección nacional de Afganistán, y tan involucrada en el desarrollo del futbol femenino en Afganistán, hoy les hago un llamado y les digo que borren sus nombres, quiten sus identificaciones, borren sus fotos por su seguridad. Incluso les digo que quemen o se deshagan de sus uniformes de la selección nacional.

Es doloroso para mí, para alguien como activista que se puso de pie e hizo todo lo posible para lograr y ganarse esa identidad como jugadora de la selección nacional femenina, y ganarse esa sensación en el pecho de tener derecho a jugar y representar a nuestro país. ¡Qué orgullosas estábamos! Y lo que ahora vemos es un país derrumbándose.

Todo el orgullo, la felicidad de estar ahí, de dar poder a las mujeres y también a los hombres del país, se ha ido a la basura. Todos esos logros y todos esos sueños se han esfumado.

Lo difícilmente logrado

Con la caída de los talibanes en 2001, Khalida Popal y sus amigas sintieron alivio, pues podrían jugar sin tener que esconderse, sin tener que divertirse en la clandestinidad. Y si bien hubo mayor espacio para desarrollar el deporte que tanto amaban, que los talibanes no estuvieran en el poder no significaba en ningún caso la disminución de una violencia sistemática cultural, arraigada por siglos en la cultura afgana, contra las mujeres. A pesar de todo, se logró formar la selección nacional femenina de Afganistán (2007), convirtiéndola en un ejemplo global de la resistencia de las mujeres contra todos los sistemas de opresión imperantes.

Hay que decir que ni aun durante el gobierno de corte democrático apoyado por la ocupación estadounidense hubo un respeto por la selección femenina de fútbol como representativo nacional. La misma Popal y otras exjugadoras denunciaron en 2018 al presidente de la federación y a otros funcionarios por abusos sexuales contra las deportistas. La investigación llegó a otras federaciones deportivas del país, y hubo un escándalo entre la comunidad internacional.

Cuenta una leyenda que dos de los hijos de Mahoma fueron asesinados por pueblos infieles, y que sus asesinos patearon sus cabezas por todo el lugar, como si de pelotas se tratara. Por eso el futbol es un deporte ignominioso para algunas facciones extremistas, como los talibanes.

Relato referido por Alberto Lati

¿Y la FIFA?

¿Y qué hace el máximo órgano del futbol en el mundo? ¿Qué pasa con todos los valores del fútbol moderno enarbolados por la FIFA? ¿O es que sólo se defienden cuando se alinean con los intereses comerciales del momento? ¿Que podemos esperar de este estamento? Nada, salvo que intente imponer pautas básicas y mínimas de humanidad en el futbol.

¿Qué se puede hacer?

¿Qué hacemos? ¿Como activamos la solidaridad? ¿Cuál es el aporte de la comunidad del fútbol que si siente, piensa y le duele las injusticias? Vale la pena cuestionarse no sólo el modelo espectáculo deportivo global del fútbol, sino también los valores que producen y reproducen entre la estructura social que nos rodea. Poner en duda todo, hasta que todos ¡y todas! puedan jugar futbol.

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