¡Messi, ya estuvo!

  • Publicación de la entrada:17 de agosto de 2020
  • Tiempo de lectura:7 minutos de lectura

R. de la Lanza

Lo que ocurrió el pasado viernes en Portugal resonará por décadas en la historia del futbol. No sólo porque fue en 2020, en tiempos del Covid-19; no sólo porque fue la máquina de matar que es el Bayern München, no sólo porque era contra el FC Barcelona, sino porque en medio del huracán está el nombre del que es reputado el futbolista más asombroso de todos los tiempos: Lionel Messi.

Bayern venció 8 – 2 al Barcelona.

Hoy, lunes 17 de agosto, acaba de darse a conocer de manera oficial la destitución de Quique Setién como Director Técnico del club catalán. Y muchos festejan. Algo le hace creer a la afición y a algunos medios ingenuos de todas partes del mundo que la directiva le drena el talento y la voluntad de ser al que consideran un ser sobrenatural e invencible, y que reemplazando a los directivos y haciendo lo que pida el niño todo irá a pedir de boca.

¿Es en serio? El mundo lleva más de 15 años esperando que Messi brille en un partido de trascendencia. Antes sólo quedaban decepcionados los fanáticos de la Selección Argentina, a los cuales una vez entristeció abandonando el conjunto nacional por unos meses, incitando un generalizado sentimiento de culpa entre jugadores, directiva y afición. ¿Culpa? ¿De qué? Si el que desaparecía sistemáticamente por completo era él.

En la capital de México hay una expresión para esa inconstancia, esa falta de consistencia derivada de lo que evidentemente es un estado de ánimo voluble: Messi es “de contentillo”.

Al acabar el horrorrosamente humillante encuentro de cuartos de final de la UEFA Champions League contra el Bayern de Múnich, el nene consentido sale a decir que no es posible seguir así y a manifestar que está fastidiado. ¿De qué? ¿De no jugar? Si es así, tiene razón.

Alguien como él —que ha ganado más galardones que nadie, que ha reventado todos los récords y ha dejado las varas en niveles sobrehumanos— no puede mirar su pasado lleno de resonantes fracasos en los momentos en que su talento, concentración y fulgor han sido ya no digamos que deseables, sino necesarios para la supervivencia, y creer que todo anda bien en su vida. Ese patrón en su vida futbolística es ya ridículo y cualquier persona normal ya hubiera ido a dar al psicoanalista desde el segundo incidente.

Ausente casi por completo en el cotejo.

Ah, pero Messi no es normal, ¿verdad? No es humano, ¿verdad? Se le debe aguantar, se le debe esperar, se le debe amar y ensalzar aunque nunca capitalice su talento en bien de un equipo como debe ser. Porque hasta ahora, sus récords y sus reconocimientos los puede obtener cualquier freestyler, sin jugar un solo partido. ¿La época dorada del Barça? Ya es muy claro que Messi no era el núcleo ni el alma de ese Barcelona invencible y bello: eran Xavi, Iniesta y hasta Puyol quienes hicieron ese equipo de ensueño, pero los medios de comunicación siempre ponían los reflectores sobre el chaparrito tratado con hormonas para crecer más, llevado desde su infancia a Cataluña para ser el mejor de la historia. Una profecía autocumplida, más fraudulenta que las de la Biblia, porque Messi, siendo “el mejor”, nunca pudo serlo para Argentina en al menos tres mundiales y hoy, ya sin impulso emocional, se abandonó a sí mismo en el Barcelona del viernes pasado, aunque días antes él solito había aplastado a un ilusionado Nápoles.

Hoy, el mundo (gran parte de la afición y los medios informativos) celebran la guillotina sobre Setién, la piden sobre Bartomeu y no sé qué rayos esperan que pase, quizás impulsados por el berrinche de Messi, que, siendo capitán, a medio tiempo se le vio sentado, con ese gesto ya tradicional de cabeza gacha, sin hablar y con cara de pocos amigos (¿será eso?). ¿Y de qué se queja Messi? ¿De no haber aparecido los primeros 20 minutos del juego, luego aparecer por 3 minutos y luego volver a esfumarse hasta el pitido final?

“No es tu culpa, Messi, es que no podés solo”, le escriben los tuiteros del mundo a La Pulga. ¿Es en serio? La enajenación es tal que nadie le reconoce a Luis Suárez, Arturo Vidal y Jordi Alba haber sido los que se echaron el equipo al hombro. A ellos tres se les tiene que decir eso: “No es su culpa, héroes, ustedes tres no podían solos, y menos con ese ídolo ausente”.

Vidal, Alba y Suárez cargaron con el equipo.

Sorprende que es capaz de exigir la turba multa con tal de no aceptar que su jugador estrella no es ni un dios ni es inmune al paso del tiempo… ni es el mejor, como siempre se lo hizo creer Santa Claus.

Messi nunca fue de fiar. Jugó siempre para él mismo, cuando quiso, como quiso. Y fue genial, y fue el mejor, fenomenal, pero sólo cuando quiso y sólo como quiso. Era más confiable Ángel Reyna —¡imagínense!— porque era más constante y sólo lo traicionaba su temperamento.

No puedes depositar ni tu confianza ni tu admiración en una bomba que no sabes si hoy traerá mojada la pólvora o si saldrá a la cancha sintiéndose fuera de su elemento.

Creo firmemente que es momento de que el mundo acepte que lo de Messi ya terminó. Y lo que debe hacer él es un equipo fantástico con Ronaldinho, Jorge Campos y otras estrellas del soccer y el freestyle, y hacer giras como los Harlem Globe Trotters, tomarse fotos con niños y firmar carteles para la obra social de la FIFA, y tener así un retiro digno de la gran persona que es, y un cierre apostólico de su increíble vida futbolística.

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