Se cumplen 100 años del nacimiento de Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia. Su nombre es referente obligatorio no sólo de las letras uruguayas, sino hispanoamericanas. Mario Benedetti es quizás —usando términos de Umberto Eco— el literato high-brow más querido entre el público del kitsch. Quienes tuvieron el privilegio de conocerlo, hablan de su suave voz y su sangre ligera. Quienes lo hemos leído hablamos de su sensibilidad serena y su sencillez léxica.
En sus días de juventud ya se había adscrito a las izquierdas políticas que luchaban en regímenes de dictadura y persecución, uno de cuyos músculos culturales era el futbol. Pero al contrario de sus correligionarios de la resistencia, a él sí le apasionaba el balompié, pasión que nunca se esmeró en ocultar y que, más bien, puso de manifiesto en más de una forma.
Campeón desde el inicio
Mario era un chiquillo cuando Uruguay ganó los torneos olímpicos de futbol en París 1924 y Ámsterdam 1928, que le dio el derecho de auspiciar el primer Campeonato Mundial de Futbol de la FIFA, Uruguay 1930, en el cual la selección charrúa se coronó campeona del mundo, lo que volvió a ocurrir 20 años después, en Maracaná, cuando Schiaffino, la estrella del Nacional, marcó el primer gol de Uruguay en la final contra Brasil.
Todo ello lo siguió muy de cerca el joven Mario, y se emocionaba aún en sus últimas entrevistas.
Fervor blanquiazul
Y la pasión futbolera de Benedetti tenía colores: azul y blanco. Su fervor por el Nacional de Montevideo lo acompañó hasta el final de su paso por esta vida. En una entrevista concedida al diario El Gráfico de Argentina dijo una vez:
«Cuando era chico, había una familia que era amiga de mis padres y que tenían hijos, que eran amigos míos. Se trataba de una familia de mucha plata, a diferencia de la nuestra. Vivían en un edificio de varias plantas en Montevideo, y arriba tenían una azotea muy grande que le habían puesto un tejido altísimo. Allí jugábamos al fútbol y allí me hice hincha de Nacional.»
Y luego explica cómo su amor por el futbol lo acompañó en su formación literaria y periodística:
«Un lugar común es que a los escritores no les interesa el fútbol. Y a mí me ha gustado mucho desde siempre. Allá por los años 40, fui cronista de un diario de Montevideo. Iba todos los fines de semana al estadio a ver partidos de Nacional y Peñarol; después regresaba a la redacción y hacía crónicas humorísticas sobre los encuentros».
Sin embargo, como buen hombre de izquierda, don Mario sí se llegó a sentir hastiado de los aspectos que cada vez gravitaban en torno al futbol con más fuerza: la pasión mal encauzada —particularmente hacia la violencia— y la desfachatez mercantil:
«Recuerdo que en una oportunidad fuimos con mi padre a ver el clásico Peñarol-Nacional. Siempre nos íbamos quince minutos antes de que finalizaran los partidos para evitar el tumulto del final, pero esa vez el encuentro estaba muy reñido y decidimos quedarnos hasta el último minuto. Debimos salir en medio de una gran avalancha. Yo me caí y la gente rodaba por encima de mí, apretándome e impidiéndome respirar. ¡Y eso que se trataba de mi propia hinchada, la de Nacional!», recordó en esa misma charla.
«Me molestan mucho dos cosas. Primero, la violencia; y segundo, el factor mercantil.»
Mario Benedetti
En sus años mozos, Benedetti fue guardameta —colega de posición de Albert Camus—, uno muy malo, a su propio decir, y, lo mismo que su compatriota Eduardo Galeano, en lugar de obtener su gloria del futbol, Benedetti le dio al futbol una posición gloriosa al fijarlo como elemento central en algunas de sus piezas literarias, como ocurre en su cuento «El puntero izquierdo», de 1954:
»Vos sabés las que se arman en cualquier cancha más allá de Propios. Y si no acordate del campito del Astral, donde mataron a la vieja Ulpiana.»
Esas líneas fueron un hito en la literatura dedicada al balompié, prácticamente inexistente en aquellos días. Sin proponérselo, se había convertido en un precursor de una afición literaria: las letras de futbol.
Hoy, a 100 años de su natalicio, recordamos esa faceta de Mario Benedetti: su pasión por el deporte más popular del mundo y, en especial, por el Nacional de Montevideo.