Emilio Azcárraga aprendió con un aburrido agotamiento que la fórmula de poner al frente de un equipo de fútbol a un administrador de negocios, por muy exitoso que hubiera sido, no era lo mejor, y menos si tu equipo es la vara con la que se miden todos los demás equipos de tu liga.
Michel Bauer le enseñó al Grupo Televisa (y a su afición) una lección que Jorge Vergara no ha querido aprender: los administradores de negocios no consiguen títulos para tu equipo.
Pero un futbolista retirado con un carácter de hierro, una ética personal sólida (aunque no sepamos exactamente en qué consiste) y una determinación inquebrantable, sí puede conseguir títulos.
No se me alboroten: no estoy haciendo el elogio de Ricardo Peláez. Más bien trato de que nos demos cuenta de una realidad ineludible: Peláez tiene poder total y una visión mucho muy amplia, pero también tiene una ambición insaciable y esa ambición ya comienza a cobrar factura en su gestión.
Peláez trajo a Miguel Herrera, que tenía solamente una final perdida. Pidió que se confiara en su decisión, y el «Piojo» tardo sólo dos torneos en hacer campeón al América. Luego, el buen paso, la buena mística lograda en el vestidor hicieron que el dúo dinámico atendiera el bomberazo de la Selección Nacional, cuando su calificación al mundial dependió de una serie a visita recíproca contra Nueva Zelanda.
Digámoslo de otra forma: la Federación Mexicana de Fútbol y todos sus patrocinadores realmente tenían miedo, contemplaban la gran probabilidad de que la selección neozelandesa le pasara encima al equipo tricolor.
Así que Justino Compeán y Decio de Maria llamaron a esa pareja mágica que había logrado revivir el americanismo de modo incontestable y había puesto los mejores números de los torneos entonces recientes.
Y ahí se estropeó todo. Mientras Peláez y Herrera inflaban con su fórmula mágica a la Selección Nacional, el América, abandonado durante medio torneo todavía logró entrar en la liguilla y perdió la final con León. América era un equipo desmantelado.
Peláez regresó a Coapa en enero, pero como vino sin Miguel Herrera –que se quedó al frente del Tri para buscar el quinto partido en el mundial o quizás algún milagro mayor–, tuvo que echar mano de Mohammed, elegido por ser de la misma escuela que Herrera (onda LaVolpe), y éste también necesitó solamente dos torneos para hacer que el América levantara el trofeo de la Liga MX.
Luego no se sabe a ciencia cierta por qué, pero Peláez no dejó que Mohammed continuara.
Esa fue la última vez que América fue campeón de Liga.
Vino Matosas y con el vistoso y eficiente estilo que había usado para llevar a León a la gloria, guió al América a alzarse con la ConcaChampions. Dado que el nivel de la MLS está creciendo como espuma de cerveza, este triunfo no es poca cosa (pregúntenle a Mohammed).
Cuando el mundial de Brasil terminó, México entero, postrado a los pies de Miguel Herrera, le entregaron el proyecto de Rusia. Herrera, que no tenía a Peláez a dos pasos indicándole que era un simple mortal y que debía proceder con mesura e inteligencia, tiró al inodoro todo ese brillante futuro en una trifulca ridícula y vergonzosa en un aeropuerto de Brasil.
Peláez no lo llamó para que volviera al Nido. Estaba Mohammed al frente del equipo. Pero ni cuando terminó el «Turco» lo llamó, siendo que el «Piojo» estaba más que disponible.
Peláez cortó el proceso de Matosas. No a medio torneo, pero lo cortó. Y trajo a Ignacio Ambriz, y en la conferencia de prensa en que lo anunció pidió que le tuvieran la misma confianza que le habían tenido cuando llegó Herrera.
Nada ha vuelto a ser lo mismo, y aunque más de la mitad de los técnicos que trabajan y han trabajado en equipos de la primera división envidiarían los números de Ambriz al frente del América, comparado con el América de los años recientes, algo se le ha caído al club.
En la liguilla del torneo pasado, Peláez dijo lo siguiente en entrevista con ESPN Radiofórmula:
Son diferentes estilos el de Miguel (Herrera), (Antonio) Mohamed, (Gustavo) Matosas e (Ignacio) Ambriz, pero lo que quiere la gente y pretendemos jugadores, cuerpo técnico y nosotros, es ganar. […] Hay estilos y formas, pero lo principal es ganar y para ello es importante que el jugador opine, que participe, que compita y en ninguna zona el jugador tiene ganado su lugar. Hay competencia y lo que hemos trabajado mucho es que haya muy buen ambiente, comunicación y actitud y cuando no se dan las cosas, levantarse rápidamente, pelear y soñar otra vez. Ahora queremos que Nacho Ambriz sea campeón y está cerca de hacerlo.
No sólo no consiguió el América el título, sino que la indisciplina y la discplicencia de los jugadores ha tocado niveles insultantes. Cuando Miguel Herrera trajo a Sambueza, lo guió hasta convertirlo en un ejemplo de disciplina. El equipo era inteligente, ambicioso y disciplinado. No han pasado dos años completos desde que Herrera dejó el equipo y la indisciplina es la marca registrada del América: ¡Sambueza es el capitán!
Siempre hay una primera vez: Peláez acaba de cesar a Nacho Ambriz a medio torneo. Él mismo ha reivindicado el «atentado», porque lo que hizo fue tronar una bomba al interior del club. Acaba de perder lo poco que quedaba de disciplina en los jugadores.
Pero la peor parte del chiste está por contarse: ¿De veras va a traer a Rubén Omar Romano?
¿Será que ya quemó sus contactos más eficientes? ¿Está peleado con gran parte del medio futbolístico como para no echar mano de Luna, Matosas, La Puente o de perdida Mario Carrillo? ¿De veras Romano?
Quizás Peláez está ansioso por darle al América un centenario memorable. Pues lo va a lograr, si no tiene cuidado.
Twitter: @rdelalanza